22.11.07

ENSAYANDO MAGNICIDIOS EN SANTO DOMINGO

Hace un par de años, en animada charla con don C. Rancio y Javier Kinsky, salió el tema de los dictadores y demás sátrapas latinoamericanos. La conversación avanzó hasta llegar al General Trujillo, dictador de Santo Domingo de 1930 a 1961 ý fiel aliado de nuestro Franco, y Rómulo Betancourt, curioso presidente de Venezuela (1945-1948, 1959-1964) que realizó un viaje ideológico de la extrema izquierda a la social-democracia. Entre Trujillo y Betancourt no había, precisamente, una buena relación.

versus

A continuación les dejo un extracto de la divertida autobiografía de LuísM. González-Mata "Cisne", yo fui un espía de Franco, típico libro que a poco que busquen encontrarán en la estantería de sus padres si estos tienen ya una edad. "Cisne" fue espía internacional de Franco y, a principios de los 60 se encontraba en Santo Domingo colaborando con el General Trujillo por orden de su jefe supremo.

"El placer que le proporcionaron al doctor Trujillo los aviones de guerra, las armas, las municiones y el oro de Batista no duró mucho. Estaba encoleradísimo con Venezuela.
¿Existía una crisis política entre Ciudad Trujillo y Caracas? ¿O un conflicto armado? No. Simplemente se trataba de que al presidente Trujillo no le caía nada bien el presidente Betancourt, y que éste no apreciaba lo más mínimo a Trujillo.
-¡Rómulo Betancourt! –decía el jefe-. ¡Albergas en tu país a comunistas y tú mismo eres comunista!
-¡Rafael Trujillo! –replicaba Betancourt-. ¡Eres un dictador sanguinario y desequilibrado!
-¡Pederasta!
-¡Asesino!
El tono subía. Los dos presidentes se atacaban personalmente, entrando en sus vidas privadas, y recuerdo la excitación de Trujillo, que durante una reunión, gritó:
-¡No volveré a permitir que ese maricón me dé órdenes! ¡Me presentarán ustedes lo más rápidamente posible un plan para cerrar la boca a ese marica de Betancourt!
Unos cuantos días después, habíamos estudiado ya cuidadosamente una decena de proyectos.
-Escucho –dijo Trujillo.
-Podríamos prestar ayuda financiera a un grupo de extremistas –propuso un coronel-. Algunos actuarían ferozmente contra el régimen de Betancourt.
-Y armar guerrilleros en Venezuela –añadió otro-. Las armas alemanas que nos agenciamos bastarían.
-O provocar atentados en caracas –sugirió un tercero- para sembrar el desorden.
-¡No! ¡No! –repetía el jefe-. ¡No tengo nada contra Venezuela, ni contra su población, ni contra su régimen! ¡Lo que quiero es ajustarle las cuentas a Rómulo!
-Bien. Pues matemos a Betancourt.
-¡Eso es! ¡Matemos a Betancourt! –ordeno el Jefe en un arrebato de rejuvenecimiento.
Cuando se quiere asesinar a un jefe de Estado, lo primero que hace falta es conocer a la perfección sus costumbres y su empleo del tiempo, sus itinerarios y todos sus caprichos. El resto es cuestión de oportunidad y de medios.
Para empezar, se envió a Venezuela al coronel García. Ya teníamos contactos en ese país, y el coronel se entrevistó con terratenientes, descontentos de Betancourt, a los que Trujillo había ayudado vendiéndoles armas.
García pudo informarnos de que aquellas personas ponían a nuestra disposición un aeródromo particular, así como una bandada de observadores encargados exclusivamente de tomar nota de los gestos y palabras del presidente Betancourt, y de sus menores manías.
Así, puedo decirles que Rómulo Betancourt, presidente de Venezuela, utilizaba siempre el mismo automóvil, acompañado de la misma escolta, para recorrer, a las mismas horas del día, el mismo itinerario entre su casa y la Presidencia, y entre la presidencia y su casa. El trayecto estaba poco vigilado, las calles por las que pasaba el cortejo presidencial mantenían un aspecto normal y cualquier coche podía estacionarse en ellas.
Trujillo formuló entonces otras preguntas al coronel García.
Trujillo: -¿Dónde podemos alojar a nuestros hombres?
García: -Excelencia, en la avenida que recorre diariamente Betancourt hay muchos buenos hoteles. Nuestro equipo no tendrá que efectuar largos desplazamientos.
Trujillo: -Bien.
García: -Conocemos incluso la anchura de las avenidas, centímetros más o menos, y a qué distancia de los automóviles estacionados pasa la comitiva del presidente.
Trujillo: -¡Perfecto, perfecto! Vamos a organizar algunos ensayos.
Yo: -¿Dónde, Excelencia?
Trujillo: -Aquí mismo.
De modo que reconstruimos una avenida de Caracas en un extremo solitario de la hacienda de Trujillo.
Vayamos al ejercicio.
En el arcén de aquella avenida simulada situamos un automóvil cargado de explosivos –quince quilos de TNT-, conectado a un detonador a distancia.
A trescientos metros de allí habíamos apostado un operador, encargado de la explosión de la bomba.
Queríamos conocer con exactitud los efectos que produce la explosión de un coche inmovilizado cuando pasa por delante de él un automóvil en marcha.
En el automóvil en marcha se suponía, desde luego, que iba Betancourt.
Pero quiso suponerlo mejor: cuando el encargado de provocar el estallido del artefacto se disponía accionar el disparador, Trujillo decidió que se procedería a un ensayo real. Eso significaba que no sólo se provocaría la explosión del TNT, sino también un automóvil, rodando a la velocidad del de Betancourt, pasaría por delante del coche cargado de explosivos en el momento del estallido.
-Y quiero ver pasajeros en el automóvil –completó el dictador.
- Pondremos muñecos, Excelencia.
- ¿Quién habla de muñecos? ¡Ya he dicho que haremos un ensayo real!
El vehículo avanzó con un conductor, un ayudante de campo y un presidente Betancourt; tres hombres, tres presos comunes, interpretaban esos papeles.
Explosión.
No se encontró más que trozos de cuerpos humanos entremezclados con la chatarra retorcida.
-¡Ya está! –dijo Trujillo- ¡Ahora a Caracas!"

Trujillo con sus nietas


Me encanta, salvando las lógicas distancias, el concepto de ensayo real de un atentado con desgraciados cobayas humanos. Casi casi podría formar parte de los experimentos bizarros de hace unas semanas. De hecho, esto lo vemos en un exploit bondiano filipino o en una de Fu Manchú y nos reímos sin caer en la cuenta de que la realidad siempre supera la ficción. Por cierto, para no dejarles en ascuas: el atentado contra Betancourt fracasó. El presidente venezolano sufrió graves quemaduras en las manos pero sobrevivió. Lo curioso es que Rómulo Betancourt, a quien se había acusado por esos días de desviar fondos públicos a su cuenta personal, había declarado públicamente: ".. que se me quemen las manos si he robado dinero del pueblo". Pues ya ven. Maldición divina. Respecto a Trujillo, la organización de este atentado colmó la paciencia de la CIA, por entonces sometida por orden de Kennedy (que encima apoyaba a Betancourt) a un cambio de actitud respecto a su colaboración con las dictaduras de extrema derecha latinoamericanas. Trujillo murió tiroteado a manos de un grupo de militares con el beneplácito de la CIA. Como ven, un cambio de filosofia no supone un cambio de método.
JFK en Venezuela

1 comentario:

Anónimo dijo...

For instance, buried high pressure oil and gas pipelines around the world are commonly tested for strength by pressurizing them
to at least 125% of their standard maximum operating pressure.
The triplex pump has grow to be the most in-demand due to extra secure flow
it tends to make. The youth of today are quite
frankly, more hip and straightforward than they were given credit by these federal guidelines.


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