10.8.15

VIDAS EJEMPLARES


Ando leyendo mucho y escribiendo poco, y eso no puede ser. Por ejemplo, los últimos meses he disfrutado de algunos cómics protagonizados por mujeres. El otro día cantaba las excelencias de Maggie Chascarrillo, un ente de ficción que a estas alturas está llena de vida, es decir, no es real pero uno tiene la sensación de que es como si lo fuera, o casi. Este poderoso atributo difícilmente se puede otorgar a las protagonistas de las novelas gráficas que comentaré a continuación. No se alarmen, esta carencia no se debe a falta de vida insuflada sino todo lo contrario, se trata de mujeres cuya biografía ha merecido ser adaptada al cómic. Bueno, hay un matiz, porque en realidad no es así en uno de los casos, pero mejor comentarlo cuando toque.


Primates, de Jim Ottaviani y Maris Wicks (Norma, 2015)

Empiezo con un biopic triple, un cómic que aborda al mismo tiempo las vidas de Jane Goodall, Dian Fossey y Biruté Galdika, tres mujeres que han dedicado su vida al estudio de chimpancés, gorilas y orangutanes respectivamente. Este cómic, quizá algo desapercibido, despertó mi interés por Jim Ottaviani, guionista de quien me gustó mucho su anterior biografía, dedicada a la figura del físico Richard Feynman. Quizá me gustó porque mi expectativa era baja y desconocía el peculiar perfil del científico. En Primates no profundiza tanto porque tres son más que uno para un similar número de páginas, y porque el agradable dibujo de Maris Wicks es más fluido y da más aire a las viñetas.



Como biografía es amable y el resultado no es mal cómic, un peldaño por encima de lo meramente correcto, y supongo que los aficionado a las biografías y/o a la zoología de campo sabrán disfrutarla en mayor medida. Lo cierto es que es una lectura interesante y amena que perfila bien la fuerte personalidad de sus protagonistas —en especial el carácter arisco de Dian Fossey, cuya vida ya inspiró Gorilas en la niebla—, tres mujeres con mucho de aventureras, pioneras en un modo de acometer su trabajo que inicialmente fue recibido con escepticismo por una comunidad científica que miraba con recelo su procedencia ajena al mundo académico, su ruptura con las normas tradicionales del estudio zoológico y, sí, su condición de mujeres, una condición que acaba siendo clave en el resultado de su trabajo, algo que Primates explica muy bien.


La mujer rebelde, de Peter Bagge (La Cúpula, 2014)

En ocasiones hay autores que quedan sepultados por la genialidad de una de sus creaciones. Es el caso de Peter Bagge, cuyo Odio es título indispensable del cómic contemporáneo, un culebrón gamberro y cínico que va más allá de la crónica generacional del grunge con que suele etiquetarse. Esa condición de autor de una obra maestra parece condenar la obra posterior de Bagge a una comparación injusta. Sudando tinta era divertida... pero "no era lo mismo", Other lives decepcionante, sí, mientras Apocalipsis friki al menos resultaba grata para el aficionado al subgénero de la supervivencia post-apocalíptica. Pero Bagge, que es mucho Bagge, ha sabido escapar de posibles callejones creativos por una vía inesperada: la no ficción. Todo el mundo es idiota menos yo, antología de reportajes en forma de cómic publicados en prensa alternativa libertaria, despertó mi total entusiasmo dada mi condición de seguidor acérrimo del Nuevo periodismo de los Tom Wolfe o Hunter S. Thompson. A esa gran virtud de llevar con éxito el cómic por un terreno poco habitual hay que sumar que es terriblemente divertido y muy instructivo para entender, que no compartir, una ideología tan alejada de la socialdemocracia europea como la libertaria, capaz de defender el aborto o el libre consumo de drogas al mismo tiempo que aborrece la sanidad pública y la seguridad social. Además, Bagge lo retrata con humor y sin rehuir contradicciones.


Tras su labor reportera en la tradición del Nuevo periodismo, el siguiente paso aborda otra rama de la No Ficción, la biografía, con La mujer rebelde, un recorrido por la agitada vida de Margaret Sanger (1879-1966), pionera activista de la planificación familiar y el uso de anticonceptivos. Ya de entrada, la propuesta plantea la curiosidad de comprobar cómo se adapta al género biográfico un estilo de dibujo que por nervioso es más propio de la locura slapstick, y lo cierto es que funciona muy bien porque Bagge se sabe contener sin traicionarse a sí mismo y, por ello, dotar de furia a la protagonista; o dicho de otro modo: su personal grafismo inquieto aporta contenido a la descripción biográfica.


Reconozco que antes de abordar la lectura desconocía la figura de Margaret Sanger, todo un personaje que desde luego da mucho de sí. Provocadora, polémica, adelantada a su tiempo, audaz en su libertad sentimental y al mismo tiempo una inteligente escaladora social que murió multimillonaria pese a su modesto origen proletario. Como biografía es brillante porque, además de documentada, la incorrección y cinismo que distingue la obra de Peter Bagge permiten mostrar aspectos oscuros y contradictorios de la personalidad de Sanger, aristas incómodas que a menudo desaparecen en muchos biopics proclives al retrato acomodaticio. La mujer rebelde fue, en mi opinión, uno de los mejores cómics publicados en 2014 y me alegra ver que ya va por su segunda edición.


Sally Heathcote, Sufragista, de Mary M. Talbot, Kate Charlesworth y Bryan Talbot (La Cúpula, 2014)

Un detalle muy revelador respecto a la excelente factura de esta novela gráfica: una vez finalizado el relato, lo primero que se descubre al abordar las detalladas anotaciones de las páginas finales —en el caso de que no se hayan alternado durante la lectura— es que Sally Heathcote, la protagonista, es un personaje ficticio. El dato asombra porque la historia está tan bien urdida que hace difícil sospecharlo. También plantea una cuestión de enjundia: qué motiva a construir un relato de muy documentada base histórica con un personaje que no la tiene. La razón es sencilla y creo que acertada: no se trata de trazar la biografía de una líder sino de una activista de calle, de una mujer humilde y anónima que lucha por sus derechos desde abajo, y que por eso mismo no figura en los libros de historia. Así que no existió como tal porque en realidad fue una entre tantas, o mejor: Sally Heathcote fueron muchas.


Aunque es habitual relacionarlo con excelentes tebeos de ciencia-ficción o fantasía, ya sea para el mercado norteamericano (Sandman, Hellblazer, Batman) o el británico (como la serie steampunk Grandville que aquí está publicando Astiberri), no es la primera vez que Bryan Talbot toca temáticas sociales. Lo hizo en 1995 con Historia de una rata mala, centrada en una niña víctima de abusos sexuales. Tampoco es la primera vez que trabaja con su esposa, reconocida académica especializada en temas de género que ya firmó el guión de La niña de sus ojos, donde ponía en paralelo su propia biografía con la atormentada vida de la hija de James Joyce.



La novedad es que no está solo a los lápices sino acompañado de Kate Charlesworth, autora que desconocía pero con una amplia trayectoria tanto en grandes medios británicos como desde la independencia. Lo curioso de esta colaboración a cuatro manos es que la simbiosis gráfica es tal que se me hace difícil discernir donde empieza el trabajo de uno y acaba el del otro. También destaca la cuidada ambientación y sobre todo un uso del color inteligente como instrumento para distinguir los personajes más relevantes en un tiempo en que las mujeres vestían y se peinaban de manera similar. Así, en un contexto dominado por los grises, el cabello pelirrojo de la protagonista, el castaño de Lady Pethick-Lawrence o los tonos violetas que viste Emmeline Pankhurst van más allá de lo estético.



Respecto a lo que cuenta, consigue transmitir la intensidad de la lucha sufragista en la Gran Bretaña principios del siglo XX. Por un lado, el sufrimiento de unas mujeres enfrentadas a una injusticia democrática, despreciadas por la prensa y los políticos, sometidas a maltrato cuando en prisión se declaran en huelga de hambre; pero por otro lado también pone de relieve las encarnizadas luchas internas dentro del movimiento, las acciones de violencia callejera —genuina kale borroka—, la tentación del terrorismo o el definitivo impacto de la 1ª Guerra mundial tanto en la lucha de las sufragistas como en el pacifismo de alguna de ellas. Y más allá de la genial ironía, muy británica, del desenlace, tras la lectura resulta revelador pensar que hace apenas un siglo de esta crucial batalla por la democracia —en España hace menos— que los libros de historia han ido arrinconando hasta convertir a sus heroicas protagonistas en personajes tan anónimos como Sally Heathcote.


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