20.8.09

LA MÁQUINA Y LA CARNE


"si tienes una polla de tamaño normal, para la industria del porno es una polla pequeña. De modo que cuando ya te tienen visto siempre van a preferir contratar a un tío con la polla más grande. No importa que sea un retrasado o que actúe con el culo. Si tiene la polla más grande conseguirá el papel."
Tim Connelly, actor porno.

Cuando sale el tema de mis lecturas favoritas es habitual que cite Por Favor Mátame: La Historia Oral del Punk, de Legs McNeil y Gillian McCain. Por ello, cuando me enteré de la salida en España de El Otro Hollywood: una historia oral y sin censurar de la industria del cine porno, editado por Es Pop, la nueva editorial creada por Óscar Palmer (y, por tanto, a la que seguir la pista si las cosas van como deberían), lo primero que hice fue comprarlo. Lo segundo, esperar a leerlo en el momento oportuno, que es cuando pudiera engancharme a él y convertirlo en una extendión de mis extremidades superiores directamente conectada a mi cerebro. El viernes empecé las vacaciones y el sábado me zambullí en una lectura poderosa que finiquitaba anoche.

El motivo de mis ganas de empreder y disfrutar de la lectura, más allá de la (caliente) temática, es Legs McNeil. En Por favor, mátame toma cientos de entrevistas a los protagonistas de la explosión punk y las recorta, pega y colorea con una sabiduria narrativa sin igual, construyendo una trepidante forma de presentar la no ficción bautizada como Historia Oral. Con El Otro Hollywood repite la experiencia con la industria pornográfica norteamericana como tema; y aunque ésta carezca de la inocente autodestrucción del punk, el resultado vuelve a fascinarme (tanto que que la idea de escribir una historia oral del tebeo español, no por imposible, debe ser anotada).


Si bien es cierto que la falta de la perspectiva europea se nota -defecto general de todo los libros de cultura (im)popular yanqui-, o de que personalmente encuentre a faltar mayor presencia de un tipo como Ron Jeremy, no puedo negar que El Otro Hollywood no sea ya brillante, sino también un recorrido imprescindible para quien quiera conocer la historia y maquinaria de la industria pornográfica: los pioneros de la explotación, Linda Lovelace y su Garganta profunda (todo un fenómeno de masas), la maravillosa Marylin Chambers escondida Tras la puerta verde, El Diablo en Miss Jones, la odisea autodestructiva de John Holmes (y los Crímenes de Wonderland), la aparición del vídeo, sus vulpes y el escándalo de una Tracy Lords que no sale muy bien parada, o una Savannah cuyo divismo condena al suicidio, droga a espuertas, el imperio del sexo anal o los estallidos del SIDA (desconocía la historia de Marc Wallice, un actor que por alguna razón siempre me cayo mal).


Es cierto que hay cierta desgana (quizás por mi parte) al tratar las historias de John Wayne Bobbitt o el vídeo casero de Pamela Anderson y Tommy Lee (aunque forman parte de la historia del porno), pero también que se emplea a fondo al tratar los vínculos con la mafia y la lucha de las autoridades contra la obscenidad, donde destaca la trágica historia del agente infiltrado Pat Livingston y la pésima actuación del FBI para con sus hombres.

Lo mejor, además de la agilidad de lectura que procura Legs McNeil (que hace que un libro de 600 y pico páginas se consuma casi como un bolsilibro), es la persepctiva mayormente amoral que aporta. Todo narrador toma partida y nunca es imparcial, y así es también en su labor de montador de un rompecabezas de entrevistas, pero McNeil consigue que sean los protagonistas quienes narren historias a menudo trágicas (en un submundo que si bien se distingue por su capacidad de picar carne, no lo hace más que el Hollywood que le sirve de reverso en el título) pero también de amores imposibles y de personas que exploran su sexualidad exhibicionista con alegría y se muestran orgullosas de su profesión, sin excluir una emoción aparentemente tan distante como podría ser la ternura.



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