9.11.07

ENVIADO ESPECIAL : XVIII Semana Internacional de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastian

Como ya sucediara los años 2005 y 2006, Juan Carlos Paredes (muy buen amigo al que aún encuentro a faltar en Sitges) me envía para compartir con todos ustedes su crónica de la 18 Semana Internacional de cine Fantástico de San Sebastian. La publicación la comparto con Spaulding, por cierto, así que no les extrañe verla también por los exitosos territorios de mi cuñado. Que conste que hemos procurado no repetir cromos visuales. Por mi parte, también he enlazado cuando corresponde aquellas pelis que ví y reseñé en Sitges este año, por si quieren comparar opiniones y tal, que siempre está bien.

SAN SEBASTIÁN 2007 XVIII SEMANA DE CINE FANTÁSTICO Y DE TERROR
Por Juan Carlos Paredes

A orillas de la Concha y comandando el casco viejo de una de las ciudades más bellas de Europa (no es que conozca muchas, esa es la verdad), se erige el vetusto Teatro Principal, mazmorra de asesinos en serie, maniacos y delincuentes varios; portón secreto de mansiones decrépitas, hoteles y casas encantadas; lugar de encuentro para alienígenas, vampiros y zombis, y sede, un año más, y va por la edición número dieciocho, del mejor Festival de cine fantástico y de terror del mundo (tampoco es que conozca muchos): el de San Sebastián.


A dos cintas españolas les ha correspondido este año el arriesgado honor de abrir y cerrar el certamen. Se inauguró con Los cronocrímenes (2007), prometedor aunque algo trastabillado debut en el largo de Nacho Vigalondo tras la merecida nominación al Oscar hace dos años por su cortometraje 7.35 de la mañana. Para la clausura se dejó Rec (2007) de Paco Plaza y Jaume Balagueró. La gran sorpresa de la Semana, la mejor película de sus directores y, salvo El Maquinista, lo único verdaderamente extraordinario de estos últimos años de fantasías desconchadas y terrores con efluvios de serie B apolillada de Filmax. Nadie podía imaginar que ese programa televisivo para conocer una noche cualquiera en un parque de Bomberos de Barcelona iba a derivar en esta pesadilla desenfrenada concebida para palpar el buen miedo. Salpicada en ocasiones de humor negro, la película hunde sus raíces en el estilo de The Blair Witch Project y pega algunos traqueteos cuando se aparenta a 28 días después y sucedáneos, pero hora y media de divertido acojone no se lo quita nadie.


Por otra parte, el festival donostiarra ha servido este año para presentar algunos de los más esperados filmes norteamericanos del año: el 1408 (2007) de Mikael Hafström, el innecesario remake (cuál lo es) de Halloween (2007) a cargo de Rob Zombie, y la tercera entrega de Resident Evil a manos del australiano Russell Mulcahy y con el epíteto esta vez (y no será verdad) de Extintion (2007). Pero también se ha aprovechado para endosar a los animados espectadores vascos y a la concurrencia mediática internacional con algunos de los menos: la inenarrable Sé quién me mató (I Know Who Killed me, 2007), de un tal Chris Sivertson, cuyo crédito para hacer películas se cimentó por lo que se ve a partir del montaje de May de Lucky Mckee; la versión manga de Highlander, subtitulada The Search for Vengueance y cuyo estreno en los Estados no pasó del video, lo cual no sorprende viéndola pero sí después de saber que su director es Yoshiaki Kawajiri, respondable de la preciosa Vampire Hunter D.; y la muy, pero que muy, escatológica y poco, poquísimo, divertida Poultrygeist: Night of the Chicken Dead (2006) de Lloyd Kaufman, amo y señor de la inefable Troma Entertainment.


Entre medias de ambas circunstancias, nos encontramos con dos productos curiosos. Feast (2006, John Gulager) es una especie de Abierto hasta el amanecer pero con extraterrestres cabreados. Nada nuevo, vamos. Lo curioso aquí son sus productores. Tomen nota: Wes Craven, Matt Damon y Ben Affleck. No comments. El otro es el El diario de los muertos (Diary of the Dead, 2007) de George A. Romero. Y ¿a que no adivinan de qué va, así por el título y por el director? ¿De zombies? Pero, ¿cómo lo han adivinado? Pues eso, enésima revisión del ‘zombismo’ a cargo de un Romero incombustible y un poco pesado ya, la verdad, en la que cómo novedad cabría decir que, a la manera, otra vez, de El proyecto de la Bruja de Blair, los protagonistas graban en video sus intentos de sobrevivir al ataque de unos muertos que, como gráciles ave fénix, renacen para ponernos de su parte.


También de Estados Unidos, en coproducción con Canadá, nos amenazan con nuevos episodios del Masters of Horror 2. A cuál peor interpretado, a cuál con peor guión. Reconozco que ni cuando comenzó la serie con mucho entusiasmo y cuatro duros fui muy partidario de ella. Ahora que hay algo más de pasta y la producción roza la dignidad, el talento escasea alarmantemente. Y así, The Damned Thing (Tobe Hooper, 2006) es insustancial; The Washingtonians (Peter Medak, 2007), una perfecta tontería; Pelts (Dario Argento, 2006) es muy floja, y The Screwfly Solution (2006) de Joe Dante es si acaso pasable.

Tampoco levantaron demasiadas pasiones este año las cintas orientales. Las películas de fantasmas de Corea del Sur eran antaño las auténticas joyas de cualquier festival de cine fantástico, pero llevan algún tiempo de cadena caída. Epitaph/Gidam (2007) de los Jung Brothers no asusta aunque tampoco tengo claro que lo pretenda. Bonitas imágenes, realización clásica, pausada, elegante, pero la historia, dividida en tres cuentos, no interesa demasiado. Aunque la que sí que no interesa para nada es Aachi & Ssipak (2007, Joe Bum-jin), la otra producción coreana en el certamen, un manga gamberro, escatológico y trepidante que funciona como broma durante el primer cuarto de hora, pero que, una vez pasada la novedad, cuando ya conocemos “la banda del pañal” y cómo se las gasta su líder cuando le llevan la contraria, se vuelve pesadísima. De Japón cabe destacar, y solamente por su voluntad paródica, Dainipponjin (2007) de Hitoshi Matsumoto. Arranca con interés, con misterio: todos estamos deseando saber a qué se dedica un señor corriente y moliente a quien un periodista, cámara en mano, le hace un seguimiento total. Resulta que, de repente, llega un aviso. Monta en su motillo, llega a un edificio gubernamental y sale convertido en un gigante con los pelos tiesos y tatuajes hasta en el paladar para defender la urbe del ataque de otros seres descomunales mucho más estrambóticos todavía. Francamente indescriptible.


Hablando de tatuajes, la neozelandesa The Tattooist (2007), de Peter Burger, cuenta el obsesivo recorrido de un artista de la modificación corporal (como se autodenominan ellos) que no duda en robar ideas y un antiguo artilugio para tatuar que lleva el enfadadísimo espíritu de un maorí impregnado y que se encarga de finiquitar en sangre el trabajo comenzado en tinta. Lineal y básica, pero bien rodada, el producto final entretiene. Mucho mejor de todas formas nos fue con la otra producción que nos llegó desde la patria de Peter Jackson. La Criatura Perfecta (Perfect Creature, 2006) de Glenn Standring es, a partes iguales, un bellezón visual y, aunque tiene ciertos argumentos y una estilizada estética como para que no decepcione a nadie, un guión flojito (después de muchas epidemias, una nueva raza de vampiros conviven en armonía con los seres humanos, hasta que uno de los primeros decide exprimirle la yugular a unos pocos de los segundos). Carente de chicha, de más vigor argumental, es triste que el malo no tuviera una razón con algo más de peso que la firme decisión de acabar con todo el mundo por la, como todos sabemos, compleja razón de que es el malo.


Pero los platos fuertes se aproximaron a San Sebastián desde bien cerca. Francia presentó Frontière(s) (2007, Xavier Gens), un visita a La matanza de Texas pero llevada a la adorable campiña gala. Allí, en unas minas abandonas, en vez de una familia de matarifes, se esconde una de germanófilos hambrientos de carne fresca, en ambos sentidos. Bueno, pues allí llegarán unos pobres diablos que huyen de las barricadas francesas tras el triunfo electoral de la extrema derecha. Y allí se quedan algunos, claro, o al menos una parte de ellos. Sin contar nada novedoso, se destapa con una puesta en escena poderosa y una estupenda profundización psicológica de los participantes (nada habitual en estos saraos sangrientos). Maravilló en todo caso la escalofriante À l’intérieur (2007) de los debutantes Julián Maury y Alexandre Bustillo. La cinta es un divertimento para las personas que les divierten que otra persona se pase en la pantalla dos horas torturada, acongojada y con mucho dolor. Y si además la sujeta está embarazada y con cuadros depresivos porque sufrió un accidente de coche y su marido ha muerto, mejor. Y si, además, una mujer de negro (impresionante Béatrice Dalle) la hostiga insistentemente debido a una antigua deuda, pues entonces se convierte en la velada perfecta. Si no se siente atraído por mis crueles argumentos, lo entiendo, pero borre entonces A l’Intérieur de sus posibles opciones cinéfilas para el próximo sábado.


La gran vencedora entre el público fue en todo caso la danesa How to Get Rid of the Others (2007) de Anders Ronnow Klarklund, cuyo crédito anterior, Strings (2004), una conmovedora y original historia en la que las vidas de sus personajes, marionetas, (de)penden de las cuerdas que los manejan, fue de largo la mejor película en el Festival de Sitges el año de su presentación. En esta ocasión, disfrutamos de una cáustica distopía, tan divertida como provocadora. El gobierno danés ha promulgado una nueva ley: quitar de la circulación, por decirlo de manera suave, a todo aquel que no sea productivo para su país, que prevarique, que sea un proxeneta, que haya estado más tiempo de baja que cotizando o, por supuesto, que amenace este nuevo y totalitario statu quo. Ronnow Klarklund, inteligente (cualidad que tuve, por cierto, ocasión de comprobar in situ, en una maravillosa velada con unas cigalitas por en medio), sabe que si quieres que te escuchen, la suavidad y las buenas maneras no sirven: debes escandalizar.


Aparte de una variada selección de títulos imprescindibles para el ciclo American Gothic, entre los que destacan La noche de los muertos vivientes, El otro o La matanza de Texas, y el buen gusto en la recuperación de un incunable como La mujer en la Luna (1929) de Fritz Lang y la deliciosa THX 1138 (1971) de George Lucas, el certamen vasco siempre sobresale por el esmerado repertorio de sus cortometrajes. No se pierdan, si tienen ocasión de cazarlos, ni el francés Même les pigeons vont au paradis (2007), de Samuel Torneaux, ni, sobre todo, el australiano The Cat and Claudia (2006), de Lily Coates: rara vez se vio tanta delicadeza mostrando la muerte como en estos 13 minutos filmados en ese frío tono azul con el que el cuerpo humano recibe su mortalidad.

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