27.3.07

ESCAPA GÜEY! (IV): EL PRIMER SHOWMAN INCREIBLE MUNDIAL


A finales de los 60 la llamada caja tonta era ya el mejor lugar para convertirse en una celebridad. Los rayos catódicos penetraban en muchos hogares mexicanos. Las familias disfrutaban de lo lindo, en la comodidad doméstica, de largos programas de entretenimiento de fin de semana en los que se sucedían jamonas ligeras de ropa, humor para todos los públicos, cantantes populares y espectáculos circenses. Una formula infalible que también conocimos en España. De todos los programas de este tipo que proliferaron en la televisión del país del tequila y las rancheras el más exitoso y recordado fue Domingos Espectaculares, emitido por el Canal 8 y conducido con singular maestría y ritmo por Neftalí López Páez, a quien podríamos definir como uno de los Joaquín Prats charros (aunque no el único).


Pues bien, un domingo de 1969 el susodicho Naftalí presentó ante los televidentes a Zovek. Lo presentó como un atleta y mentalista mexicano criado en el Tíbet. La proeza que Zovek reservaba a los espectadores debió quedar registrada en el libro de los récord Guiness: nuestro hombre se pasó todo el programa en una esquina haciendo abdominales sin parar. Las cifras dejan patidifuso: durante cuatro horas y cincuenta y cinco minutos efectuó ocho mil trescientos cincuenta movimientos de este cansado y agotador ejercicio físico. A partir de ese momento la presencia del antaño niño poliomelítico se hizo habitual en el programa.


Muy célebre y recordado fue uno de sus números, posteriormente recuperado en una de sus películas: El Ataúd Egipcio. Inmovilizado con una camisa de fuerza, con cinturones agarrando sus piernas y diversas cadenas para rematar la faena, Zovek era introducido en una especie de réplica de sarcófago egipcio que posteriormente se cerraba y remataba con clavos. Sus ayudantes rociaban el reducido habitáculo con gasolina y le prendían fuego. Los segundos pasaban lentamente con la caja ahí, ardiendo, ante miles de acongojados telespectadores hasta que, tachán, las tablas de madera reventaban y nuestro hombre aparecía medio en llamas dando cabriolas y volteretas por el suelo (suponemos que para apagar sus ropas). Cuenta la leyenda que la primera ocasión que practicó tamaña proeza ante las cámaras, en riguroso directo, el escapista mexicano sufrió diversas heridas de consideración y tuvo que ser llevado a un hospital. No es de extrañar que a partir de ese día se convirtiera en toda una celebridad nacional.


De hecho, suponemos que con mejora de contrato incluida, enseguida dio el salto a otra cadena, el Canal 2, y a otro show mediático de similares características: Siempre en Domingo, presentado por otro gran mito de la televisión mexicana: Raúl Velasco. Allí, rodeado de muchachas en bikini que llevaban el rostro oculto tras máscaras de verdugo, Zovek aparecía en el plató con su capa y fajín rojo, pecho al descubierto (previamente depilado) y pantalones dorados y brillantes, con purpurina, a juego con la cinta que recogía su pelo, dispuesto a asombrar cada semana a su público. Al habitual Ataúd Egipcio, o su variación, envuelto en una lona y sumergido en una piscina llameante, se sumaron numerosas e inauditas hazañas: detener con la fuerza de sus mandíbulas una docena de motocicletas, resistir sobre su abdomen varias toneladas de peso, levantar un vehículo safari lleno de gente, y, por supuesto, números de magia y mentalismo, adivinando números, averiguando contenidos de bolsos femeninos, leyendo la mente del boquiabierto público asistente a las galas televisivas.


Siguiendo con las crónicas televisivas, Zovek finalizaba todas sus proezas con un mensaje individualista y de superación:

“Todo ser humano posee un gran potencial que debe ser desarrollado a través del acondicionamiento físico y mediante una evolución mental y espiritual”.

Así acababan sus apariciones, que antes se habían visto precedidas por la presentación del número, por la explicación de cómo se había preparado para ello y, siempre, con una referencia a su pasado en el Nepal y su entrenamiento mental bajo la atenta mirada de lamas y místicos profesores tibetanos.



No hace falta recordar que Chapa del Bosque nunca salió de México. De hecho, toda esta mitología del yoga y el poder mental ya era popular en México. Desde finales de los 50 era exitosa la figura de Kaliman, un héroe también criado en el lejano Tíbet cuyas aventuras radiofónicas eran seguidas por miles de oyentes. Kaliman protagonizó también novelas, tebeos y un par de memorables películas (Kalimán, el hombre increíble y Kalimán en el siniestro mundo de Humanón). Imaginamos que entre los seguidores del serial se encontraba el joven e impedido Chapa del Bosque, recuperándose con esfuerzo en la soledad de su habitación mientras escuchaba, emocionado, la radio. Dejando volar la imaginación y, quizás, realizando mentalmente los primeros esbozos de su futuro personaje. Deudas de infancia al margen, también llama la atención esa insistencia sobre un pasado retirado en lejanos monasterios y montañas. ¿Se trataba de una treta propia del showbisnis o estaba renegando inconscientemente de algún pasaje turbio de su reciente pasado? Fuese lo que fuese, lo cierto es que el mundo del séptimo arte no tardó en llamar a las puertas de Zovek.


La INTRO y GUÍA de Escapa Güey!

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