21.3.07

ESCAPA GÜEY! (I): EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD


El que sería popularmente conocido como El Increíble Profesor Zovek se llamaba en realidad Francisco Javier Chapa del Bosque. Había nacido en abril de 1940 y sus progenitores, Francisco Chapa y Julieta de Bosque, formaban parte de la clase media de Torreón, la perla de La Laguna, ciudad obrera cuna de la industria y el ferrocarril mejicanos. Eran una familia tradicional y rígida, cosa ésta que no evitó que el infante Zovek ya a los cinco años se dedicara a escribir cartas de amor a la descomunal Tongolele, exótica rumbera de la época. Tan precoz instinto pajero parecía dejar claro que el glamour y el mundo del espectáculo le atraían sobremanera. Pero la vida del joven Chapa del Bosque enseguida se topó con la desgracia. La poliomielitis lo convirtió pronto en un discapacitado aparentemente condenado a pasar el resto de su vida postrado en una cama. Sus padres así lo daban por hecho y, tras mucho rezar, perdieron la esperanza. Zovek, pero, no se resignaba y empezó a forjar una leyenda que, en esta primera fase daría para una buena telemovie o un Estrenos TV de sobremesa o, yendo mucho más allá, un emotivo largometraje de Amenábar que impulsaría a Javier Bardem a las puertas del Oscar de la Academia con una interpretación que imaginamos portentosa, llena de detalles, caracterización y sufrimiento.



El Joven Chapa del Bosque, en su limitado reducto doméstico, pasó años leyéndolo absolutamente todo sobre héroes mitológicos, sobre tipos fortachones en sandalias como Hércules o Sansón; es de suponer que también en está época conociera las hazañas del gran Houdini, el más célebre de los escapistas, ya saben, un tipo valiente que atado de pies y manos ponía en riesgo su vida metiéndose en baúles herméticos cubiertos de agua y cosas similares. ¡Quién sabe si el pequeño Chapa del Bosque no veía en el Houdini inmovilizado a base de correas y cadenas a sí mismo, esclavo de la Polio!



Es aquí cuando surge la importante figura de su tío, un cardiólogo que un buen día se plantó en su habitación con una tabla y un tabique (bases de la futura teletienda actual) y le dijo que, con esfuerzo y dedicación, podría recuperarse. Y así, en secreto, nuestro joven, con el cerebro repleto de Macistes, empezó o a sudar de lo lindo a base de flexiones y demás ejercicios. Horas, semanas, meses, hasta que un buen día reunió a su familia y, para asombro de padres y allegados, Zovek caminó. “¡Milagro, milagro!” gritaban. “Nada de milagros, es mi propia voluntad la que me ha hecho caminar” cuenta que fue su respuesta. Como ven, nuestro hombre no sólo había superado la enfermedad sino que también daba sobradas muestras de ir más allá, de reivindicar no sólo el esfuerzo físico sino también el tesón mental, lo racional (la voluntad del individuo) frente a lo sobrenatural (el milagro jaleado por los familiares). Sin olvidar que en esta memorable demostración doméstica ya hacía gala de la teatralidad necesaria para triunfar en el mundo del circo y el espectáculo.

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La INTRO de Escapa Güey!

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