8.10.06

SINCRÓNICAS DE SITGES 2006 (VI) : DESCOMPRESIÓN, ZOMBIS POLÍTICOS Y EL FIN ABSOLUTO DEL MUNDO

¡He entrado en una sala de cine! Gracias a todos por los ánimos. Estaba allí, en la puerta, con mis dudas, con doña absenta y Spaulding dándome apoyo físico y sujetando mi desválido y decrépito cuerpo muerto... ¡Y he entrado! Luego, en el interior, un factor con el que no contaba: el aire acondicionado. También he comprado una entrada par ver, en unas horas, The Host. Sí. Es un riesgo. Sí. Es de noche. Pero... DEBO verla.

Antes de comentarles el pase, sepan que ya he recibido el tradiconal y muy afectuoso abrazo de Pumares. Luego ha gritado y hecho aspavientos cuando ha sabido de mi enfermedad (tú lejos, que me contaminas). También h evivido paptéticos momentos de diálogo mudo con MAB y Jordi Pastor, y un breve encuentro con Jordi Costa. A ver si me da tiempo a recuperarme y puedo ir a comer o cenar con él. En mi situación actual no tendrí amucho sentido: ni como ni hablo.

Y lo que he ido a ver tampoco es que sea un estreno en toda regla: hace ya un tiempo que los Masters of Horrors corren por la red. Hay cierta polémica respecto a la inclusión de un par de ellos en la sección oficial a concurso. En el caso del Cigarette Burns de Carpenter está plenamente justificado, pero antes, mejor comentar el Homecoming de Joe Dante.

Que Lo Zombi es un tema político y social lo vengo yo diciendo por aquí desde el principio. El creador de los Gremlins (también entes de horror social) lo sabe y ejecuta a la perfección. Este regreso es una nueva muestra d ela carga política del zombi, en este caso los soldados norteamericanos caídos en Iraq que regresan para vengarse, a su manera, de la administración Bush. Zombis, humor y un ataque político en toda regla, algo inocentón e idealista (los yanquis, ya saben, son así). Pero mola, especialmente por ese retrato tan despiadado de los neocons mediáticos y de los halcones de Washington y su hipocresía sin límites.

Lo de John Carpenter ya son palabras mayores. Una joya, sí señor. La Fin absolute du mon, una película maldita cuyo pase en Sitges hace décadas convirtió la sala en una orgia de violencia, canibalismo y muerte. Teóricamente no quedan copias, aunque un coleccionista sospecha que sí y encarga su localización a un experto en estas lides. Buf. La idea del libro maldito traladado al celuloide maldito. Cine de tripas y mal rollo, y nunca mejor dicho. La imagen de Udo Kier hacia el final es de las que se recuerdan toda la vida y dan para un par de ensayos metalinguísticos de altura. Pieza maestra, sí.

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