5.9.05

NICOLÁS Y EL CONEJITO BLANCO


Ayer noche era una noche de domingo con todas las de la ley. Pagando excesos del fin de semana e intentando asumir la terrible semana que se me presenta. Las masas gelatinosas de mi cerebro se encontraban en un estado llamémosle de charca de detritos. Inacapaz de leer, incapaz de dormir, incapaz de escribir, incapaz de levantarme del sofá. Yo diría que ayer por la noche mi cerebro sólo era capaz de transmitir una única orden neuronal. “Me pica la barriga” “Me rasco la barriga” Y no sin esfuerzo. Hasta el zapping me era difícil. Y así, en tan penosa situación me quedé plantado viendo Con Air, cuando ésta ya llevaba un ratito comenzada. No mucho. Los convictos del aire justo iniciaban su fuga. Y ahí planté mi escasa y nula actividad cerebral. En Con Air. Cielos. Con Air. No podía salir de mi estupor ante lo que estaba viendo. Fascinado quedé. A un nivel que nunca hubiera imaginado.

Aún hoy, rodeado de complejos expedientes, en mi lugar de trabajo, sigo sumergido en la misma incredulidad. Como drogado. Extasiado en una revelación de cariz casi religioso ¿Esa película era así en serio o es la comedia más sorprendente de finales del siglo XX? En serio. Tal como la iba visionando (boquiabierto) primero pensé en Casino Royale; luego en 1941. También acudieron a mi mente títulos como Plan 9, Herbie Torero y Aquellos chalados con sus locos cacharros. Insisto. No daba crédito a lo que estaba viendo. ¿Qué mente enajenada pudo financiar tamaño despilfarro de poética chatarrería? (vale, todos sabemos quién). Debe ser una de las series zetas más caras de la historia. Todo en Con Air es un despropósito tal que dudo que nadie haya podido tomársela en serio. O al contrario. Es una película seria. O algo. Ha de tener un sentido. Me niego a pensar otra cosa.

Un recital de fuegos de artificio descomunal, que cuando crees que no puede superarse a sí misma, que es imposible que se les ocurra un delirio mayor qu ela escena que acabas de contemplar, va y se supera. Yo es que aún no he podido reponerme. Los personajes son como de la Warner. Da igual dónde te hieran, de donde caigas, a donde te lance la siguiente explosión. Vuelven a ponerse en pié como lo hacía el coyote. Todo en Con Air es de marca Acme. Esa lucha final encima de la escalera de un coche de bomberos a toda hostia por un tunel, con Nicolás en camiseta imperio haciendo increíbles flexiones con su brazo herido. Malkovich atravesando puentes con su cuerpo y sobreviviendo, aviones aterrizando en Las Vegas, diálogos pensados para... para... no puedo describirlo. Descripción de ironía. Ahí está la clave. En serio. Me faltan las palabras al mismo tiempo que me ofusco.

Igual y es que es una obra maestra del surrealismo. Esa niña en una piscina vacia en medio del desierto. Ese sicópata lecteriano que se cura de golpe y acaba tomado cócteles en ele casino. Ese cuerpo lanzado con un mensaje desde las alturas, un mensaje que llega a su destino en menos de una hora. Esos chistes. Esos planos de gentes a la que va a caerles, explotarles, algo. Ese avasallador despilfarro porque sí. “Y ahora vamos a hacerla más gorda” Ese guión puesto al servicio de la película. Tanta incoherencia junta y de seguido. No me he recuperado. Lo sé. Aún no me he recuperado. Debo meditar más y asumir lo que ayer por la noche presencié.

Y luego está el conejito blanco por el que Nicolás hará todo lo que hace. El McGuffin más delirante que he visto en mi vida. No tengo palabras. Un conejito blanco al que perseguir. Alicia en el País de las Maravillas. No. No puede ser. Díganme que no. Por favor. Díganme que la comida de Buscemi con la niña en la piscina no es una perversa variación de la comida de Alicia con el relojero loco y sus amigos. Por favor. No puede ser cierto.

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