24.9.05

LAS GUERRAS MEGAPAJERAS DE GODZILLA

Citaya Collectables Movie Flyer Scan


Cuando en diciembre del año pasado decidí que el Cincuenta Aniversario de Godzilla era una magnífica oportunidad para repasar todas las películas de Godzilla no había visto ninguno de los títulos pertenecientes a la llamada etapa Millenium. Por si acaso no están al caso, les diré que las veintiocho películas del gran saurio radioactivo pueden agruparse en tres periodos o etapas muy claras: la clásica o Showa (que es la que estoy a punto de finiquitar en mi repaso), la llamada Hensei (que retomaba al personaje en 1985 y lo llevaba hasta la muerte diez años más tarde como preludio al remake norteamericano) y la etapa Millenium, nacida justo después de ese remake y que llega hasta el año pasado, precisamente con la película de la que voy a hablarles enseguida (y que me ha hecho disfrutar de lo lindo, por ir adelantando un poco mi opinión sobre ella), la más reciente de todas: Godzilla Final Wars.

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A la espera de lo que me depare el futuro repaso al más que digno periodo Hensei, yo es que soy muy forofo del Godzilla clásico. Supongo que durante este año de reseñas ha quedado bastante patente. Y eso que a la magia y sentido de la maravilla de sus preciosas primeras películas continuó una decadencia bastante lamentable. De la serie Millenium no puedo decir nada porque hasta hace unos días no había visto ninguno de los títulos que la componen. El avance tecnológico en las telecomunicaciones subculturales es un primor y todas ellas aguardan su turno en mi revisión cronológica. Y aún así no he podido resistir la tentación de visionar Godzilla Final Wars (GFW) nada más aparecer por ahí unos subtítulos en castellano. ¿Y por qué saltarme el orden tan de sopetón? Pues miren, le tenía ganas a la película. No había leído nada sobre ella y me mantenía alejado de cualquier posible reseña o comentario. Tan sólo sabía que era la película que festejaba el aniversario, que salían muchos monstruos y que su director era Ryuhei Kitamura.

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De Kitamura ya les hablé hace un tiempo, cuando me puse de nuevo Versus en casa, un auténtico festival friki que mezcla zombies, samurais y yakuzas. Un realizador excesivo pero muy divertido si le pillas el punto, un pajero de tomo y lomo muy dado a la modernez visual manierista. También les digo que sus Azumi y Sky High guardan cola en mi inacabable pila de filmes pendientes. Y yo, la verdad, me moría de ganas de ver lo que había hecho Kitamura con mi amado Godzilla. El resultado no me ha defraudado lo más mínimo y he disfrutado como un enano con esta revisión megapajera de la etapa clásica, que tiene en cuenta y rinde pleitesía tanto a sus virtudes como a sus defectos. Porque la belleza de Godzilla está ahí, no sólo en la hermosura de Godzilla contra los monstruos, sino también en los engendros de decadencia infantiloide de los 70. Y eso que Kitamura se deja llevar por sus queridos excesos introduciendo cosas la mar de discutibles, pero también la mar de, esto.. sí... pajeras (algún día Tones me cobrará por gastarle el término).

No quiero ni deseo chafarles demasiado el argumento, prefiero que se la miren ustedes un día de estos y se se sumerjan en su ritmo frenético e imparable. Aún así me gustaría describirles un poco lo que van a encontrar en sus dos horas de metraje. Ya de entrada les advierto que, paradójicamente, Godzilla sale relativamente poco, pero es que cuando sale... El monstruo estrella de kaiju japonés está demoledor. Encarna perfectamente eso de ser la cosa más destructiva que hay en la Tierra. Su aliento nuclear resulta más potente que nunca y verle repartiendo estopa contra más de diez monstruos diferentes es un placer casi orgásmico para el fan sin complejos. Además, Godzilla no es un aliado de las fuerzas del bien sino una bestia descontrolada, y si los humanos acuden a él es porque no tienen más remedio que dejar suelto al monstruo para evitar una invasión alienígena. “Si ya no queda nada por destruir es el momento de Godzilla”.

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Sí. He dicho invasión alienígena. ¿Cuántas llevo ya en mi repaso a la etapa clásica? Pues unas cuantas. Puestos a rendir pleitesía a esa etapa el argumento no podía ser otro. De hecho, Godzilla Final Wars es un remake de Los Monstruos Invaden la Tierra y Destroy All Monsters (ésta última ya era una especie de remake de la anterior, como expliqué en su momento). ¿Recuerdan los títulos de mis textos de entonces? Godzilla conoce la space opera y Godzilla monta una fiesta con todos sus amiguitos. Pues Godzilla Final Wars es eso. El tono Space Opera es evidente, pero contemporáneo , con lo que eso significa: acudir a Matrix, Independece Day o X-Men 2, que al fin y al cabo son, en parte, las space operas del nuevo siglo. Y me consta que a más de uno eso le ha supuesto un patatús. A mí no me ha molestado demasiado, aunque reconozco que al final Kitamura se pasa de la raya. Pero claro, es que eso es taaan propio de Kitamura que ya me lo esperaba, el exceso.

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Así que tenemos la típica invasión extraterrestre que utiliza el control remoto de los monstruos. Extraterrestres que se visten de manera ridícula y que tienen un par de líderes que aceptan de buen grado su condición de malos de opereta, como no podía ser de otra manera, y cuya trama se extiende durante buena parte del metraje. Lo mismo que sucedía con la saga clásica. Lo de remitir a taquillazos del cine fantástico hollywoodiense... Bueno. Lo de los ovnis atacando nuestras ciudades mientras su gigantesca nave nodriza sobrevuela nuestro planeta no es una mala imagen, al contrario. Y si es cierto que recuerda Independence Day (dirigida por Emmerich, por cierto), también lo es que remite a decenas de filmes de serie B, y entre ellos Los monstruos invaden la Tierra. Lo de los mutantes y las luchas marciales a lo Matrix... ¿Acaso deben molestar a un pajero sin complejos que una película tenga acción al más puro estilo made in Hong Kong y hasta chulescas persecuciones en moto? Sí, vale, esto es una película de Godzilla, pero a finales de los 60 la serie Showa también remitía al cine de agentes secretos en general y al de James Bond en particular. Nada nuevo en el fondo, aunque es cierto que en su última media hora Kitamura se pasa. Y como he dicho eso tampoco es algo nuevo.

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Pero la trama humana presenta alguna novedad que personalmente me ha encantado, cosa que no suele ser habitual. Básicamente: la presencia de la nave Atoragón y del oficial a su mando, el capitán Gordon. El Atoragón, una especie de submarino volador con punta de torno protagonizó una de las grandes joyas del fantástico nipón (de la mano de Inohiro Honda, claro) aquí estrenada como Atoragon, Agente 04 del Imperio Sumergido. Respecto al Capitán Gordon, interpretado por el occidental Don Frye, inmensa mole procedente del mundo de la lucha profesional, un occidental que es una celebridad en Japón y un pésimo actor que, a pesar de todo, aquí compone un personaje a mi juicio fascinante, un chulo redomado cuyos diálogos (en inglés en la versión original) son siempre para enmarcar, mientras pone caras de tebeo, viste como un oficial soviético (espléndido look que unir al del uniforme de ecos nazis de los mutantes) y al final da rienda suelta al uso de la katana. Sí Sí, como lo oyen, katanas en una película de Godzilla (el fin de semana pasado discutíamos sobre la zinefagia de las katanas, qué cosa, el círculo se cierra). La presencia de este humano es todo un acierto y verle soltar frases como la que le dedica al estereotipado villano líder del Planeta X, “Escucha, chaval, hay dos cosas que no conoces de La Tierra, una soy yo. La otra es... Godzilla”, produjeron momentos de alborozo en la Mansión Ausente.

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Godzilla Final Wars no puede empezar mejor. A un flashback inicial que nos presenta la captura y encierro de Godzilla en el Polo Sur, en clara referencia a la primera secuela de la serie, Godzilla contrataca, continúan unos títulos de crédito fantásticos, al ritmo de la clásica (y enorme) banda sonora compuesta por Ifukube (ojo, el resto de la peli pertenece a Emerson sin Lake and Palmer) y que nos muestran primero un repaso a los menos conocidos monstruos del kaiju japonés para luego centrarse en imágenes del Godzilla clásico. Yo ya estaba en mi sillón relamiendome de placer, y más cuando la cosa continúa con un enfrentamiento entre el Atoragón y la serpiente Manda. Luego se sientan las bases de la trama humana, con la presencia de las fuerzas especiales de defensa de la Tierra, el clásico comando, tan del gusto japonés, formado por humanos y mutantes para luego dejar sueltos a un montón de monstruos por diversas ciudades de La Tierra (como ya pasara en Destroy All Monsters). Un crescendo imparable que se corta de cuajo con la aparición del escalofriante Minilla, el bobalicón hijo de Godzilla, que encima va acompañado de un niño. A más de un purista la cosa le revuelve el estómago. Pero vuelve a tener sentido: rendir pleitesía a la serie clásica también obliga a su presencia, símbolo de la progresiva infantilización de los argumentos y del cambio de bando de su padre, convirtiéndose en un defensor de nuestro planeta amigo de los niños. Échenle la culpa a Gamera y no a Godzilla Final Wars.

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hedorah y ebirah


Y luego están los monstruos. Hasta doce, que son trece, y sin contar a Godzilla. Ya he hablado de Minilla y de Manda. Ebirah, la langosta (o bogavante) de Los Monstruos del Mar, protagoniza uno de los grandes momentos del filme: su enfrentamiento contra el comando mutante, en la que es la mejor escena de combate entre hombres y monstruo que ha tenido la saga. El bueno de Anguiras, esa mezcla de puercoespín y armadillo, está más imponente que nunca, y ya se lo merecía el pobre. En su ataque a territorio chino pega impresionantes saltos, mete frenazos de órdago y se encoge para convertirse en una imparable bola puntiaguda. Rodan también sale muy guapo, al igual que la araña Spiggan y las mantis kamakuras, generadas por ordenador y que a ratos parecen moscardones más que otra cosa. La presencia de Hedorah, la burbuja tóxica, es más episódica pero enmarcada en una hilarante elipsis narrativa. Sin olvidar a Mothra (y sus inseparables gemelas diminutas), la maravillosa polilla multicolor, también resulta bastante maja y consigue dejar algo que a veces no lo quedaba en los títulos clásicos: su fuerza y poder destructivo. Quizá el más ridículo de todos, Minilla a parte, sea King Caesar, esa especie de homínido orejón, un topo Giggio de rostro estulto y machambre aleonada, uno de los monstruos más feos y penosos que ha dado el kaiju. Verle correr y pegar saltos como un karateka no ayuda dmasiado, la verdad. Pero está ahí porque el kaiju clásico a veces también era el de los monstruos de penoso aspecto.

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Mención a parte creo que merecen Gigan, Zilla y el Monstruo X. Del primero, Gigan, especie de gallinácea metalizada de origen espacial que protagonizara como némesis dos de los subproductos de Fukuda, ya dije que como diseño de monstruo siempre me pareció la mar de pop. Aquí le recuperan en dos encarnaciones diferentes y, creo, le hacen bastante justicia. Por su parte Zilla (que por otro lado no deja de jugar el papel de Gorosaurus) es ni más ni menos que el Godzilla del remake norteamericano de Emmerich. A Kitamura le bastan unos pocos minutos para demostrar que, primero, no era un mal monstruo en términos de diseño y destrucción y, segundo, que no sólo no era Godzilla sino que además no es rival para éste. No deja de ser el enésimo acto de justicia poética del filme: el Godzilla del remake no era el original sino simplemente Zilla, al que los de Hollywood confundieron con el mítico, pero aún así pertenece a la saga mal que nos pese. Y del Monstruo X prefiero ahorrarme los comentarios. Por un momento parece tomar el papel del Cibergodzilla de la serie hensei, inspirado en Predator y Alien, pero llegados al final el buen fan encuentra a faltar a alguien... y entonces tachán. No hay que ser muy listo, la verdad.

fw gigan vs godzi

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Así que insisto, yo me lo he pasado pipa con esta última producción que además de festejar los cincuenta años de la saga pretende dejar descansar al saurio durante algunos años (veremos cuántos); una revisión trepidante y megapajera de la etapa clásica, repleta de guiños. La batalla entre Godzilla y el trío formado por King Caesar, Rodan y Anguilas rememora de manera soberbia aquellos antológicos partidos de tenis destroyer entre monstruos. O la presencia de Akira Takarada, el mejor actor de la saga clásica, que aquí es abducido en pleno vuelo como ya pasara con una princesa en Los monstruos invaden La Tierra. Una princesa encarnada por la actriz Kumi Mizuno que también cuenta con su papel en Godzilla Final Wars. En definitiva, un espectáculo todoterreno que hay que consumir y disfrutar sin complejos y con muchas palomitas. Con sus excesos a lo Matrix (ya dije que al final Kitamura no se controla en este tema) y su imagen de Godzilla avanzando con el Sol Naciente a su espalda. Todo un símbolo. Y si quieren contrastar opiniones siempre se pueden pasar por los foros de Godzilla en Castellano. Las hay de muy interesantes (y hasta contrarias a la mía).

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1 comentario:

Mayozilla dijo...

lo malo es que se consentranos más en la pelea de los humanos con los xilians.

<span>pero muy buenas peleas de godzilla, en especial con Zilla, Gotengo, Gigan y Keiser ghidora.</span>

solo espero ver prontro el regreso del rey de los montruos este 2012.

que viva el rey Godzilla.