17.2.05

EL SÉPTIMO ARTE Y LAS ALINEACIONES CÓSMICAS DEL 17 DE FEBRERO



En el imaginario fantástico está la alineación de planetas o cualquier otro ente cósmico, aquel momento mágico que sólo sucede cada veinticinco años o así (o casi, que el calendario tiene sus imperfecciones y si no que léanse el último Martin Mystère) en que galaxias y constelaciones construyen, en su humanamente eterno rotar, una caprichosa línea cósmica que inciden sobre nuestro planeta y da a luz una estrella. Es una de las lecturas que podemos hacer del 17 de febrero, día glorioso para el séptimo arte ya que se produjo el nacimiento (no a la vez, claro, que eso hubiera sido como el fin del mundo, un cataclismo de incalculables proporciones) de tres monstruos de la interpretación que prefirieron dejar de lado sus dotes para el teatro shakespiriano para alegrar las tardes del espectador honrado que sólo busca un rato de entretenimiento y evasión popular.



Buster Crabbe nació tal día como hoy, en 1907. Su centenario está, pues, cerca. Crabbe, educado en Hawaii entre alohas y ukeleles, ganó bien joven unas cuantas medallas de oro de natación en un tiempo en que eso te abría las puertas de Hollywood. Aunque los principios fueron duros. Weismuller le arrebató el papel de Tarzán, pero le abrió las puertas del espacio exterior. Al antológico primer (y estupendo) serial de Flash Gordon siguieron un par más (más de baratillo), Buck Rogers, clones del hombre mono borroughsiano, peripuestos cowboys de serie B y el ansiado Rey de la Selva, acabando su carrera, como tantos otros, en esa incipiente televisión que todo lo engullía. Para el recuerdo queda unos cuantos comicbooks por entero a él dedicados, que no es moco de pavo.



El mismo día, pero en 1936, venía al mundo, suponemos que de manera harto compleja, ese pedazo de mole negra que es Jim Brown. Fue uno de los mejores jugadores de la historia del Fútbol Americano Profesional, ese excitante deporte, y de ahí el saltó a Hollywood para especializarse en complejos papeles de negro cachas en filmes tan contundentes como Dóce del Patíbulo (que sin un actor de color hubiera quedado bastante coja) o Último tren a Katanga y más tarde en héroe blaxploitation (cielos, acabio de recordar Los Demoledores, el filme que lo unió a Fred Williamson y Jim Kelly en otro trío glorioso). De todas formas, el mundo del espectáculo lo recordará por ser el primer actor de color en protagonizar un poco de erotismo interracianal con una blanca, Rachel Wells nada menos, en la escandalosa 100 Rifles. Lo último que supe de él es que le condenaron a seis meses de trabajos sociales por destrozar el coche de su esposa durante una disputa doméstica, allá por el 2002.



Y finalmente, en 1962, en Filipinas, nacía Lou Dimond Phillips, auténtico crisol de culturas: por sus venas corre sangre española, cherokee, filipna, china, escocesa, irlandesa y hawaiiana. De nuestras tres celebridades de hoy, Lou Diamond fue el único que no llego a Hollywood por el camino del deporte sino por su pinta de nativo americano, y eso que sólo lo es un 12,5%, o de chicano. Su lanzamiento fue apoteósico gracias a esa La Bamba que nos metieron hasta en la sopa y luego ha venido desarrollando una prometedora carrera como héroe del uve hache ese sin el que muchos videoclubs no hubieran sabido cómo llenar sus estanterías. Su paso tras las cámaras fue, pero, fugaz (para la pantalla grande) en aquella cosa que se llamó Corazón de amante, manos de asesino. La última vez que le vi era como secundario célebre (y sorpresivo) en la primera temporada de 24.



El mundo, la vida, es pues caprichosa. Cada veintisiete coma cinco años (de media), el diecisiete de febrero, las constelaciones influeyen de manera especial para dar a luz a una estrella de Hollywood. Da igual la raza o el color. Por cierto, quería haber subido este post hace ya unas horas, pero mi medio ambiente ha decidido ir postergando y retrasando en una serie de casualidades y desdichas, y pese a ser 17 de febrero. Y es que hay cosas que ni lo cósmico puede superar.

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