20.2.05

DAME UN POCO DE KUNG-FU Y DÉJATE DE HOSTIAS



Hace ya algunas semanas que nuestro amigo David se ha bifurcado, como si de Harvey Dent se tratara. Lo que pasa es que la otra media cara en vez de ser fea y deformada como la del antiguo fiscal de Gotham, tiene ojos rasgados y le falta un brazo. El luchador manco tiene forma de blog y se llama One Armed Adultolescente . Habla, descubre, informa y analiza ese cine oriental que tanto nos gusta a algunos. De hecho, ya saben que yo considero que las cinematografías china, japonea o coreana llevan ya más de una década regalándonos algunos de los filmes más excitantes de la actualidad. Porque para ver una mediocre producción norteamericana me miro una de honesta y oriental. A ese nivel Oriente gana a occidente. ¿Y si hablamos de peliculones? Pues la verdad, la cosa creo que anda bastante reñida.

Antes de irme por las ramas, les hablaba del nuevo blog del responsable de Adultolescente. Nada más empezar, a los pocos días, va y ya me regala una gran noticia. Kung Fu Hustle (Gong Fu, 2004), la nueva de Stephen Chow, ya está entre nosotros. Hace ya un par de años que su anterior película, Shaolin Soccer, me hizo disfrutar. Emoción y entretenimiento de grandes proporciones. No tarde ni tres días en repetir y jamás entenderé porqué no tuvo distribución comercial en nuestro país, y más cuando gira alrededor de nuestro deporte rey. Ese equipo de desarrapados y perdedores monjes budistas dispuestos a aplicar sus técnicas de Shaolin en la regional preferente china se ganaron mi corazón para siempre. Y también su director-actor-guionista, al que tenía olvidado pese a lo mucho que me divirtió esa hilarante comedia que fue su debut tras las cámaras: Love on delivery.

Pues eso, que después de un par de años en paradero desconocido, la nueva de Stephen Chow ya está entre nosotros y yo, ni corto ni perezoso puse manos a la obra (o mejor, al modem). De improviso, el título se había colado en lo más alto de mis prioridades, o mejor, necesidades cinéfilas. Y ayer por la tarde, con absencito bien tranquilo y entretenido en su parque, doña absenta y yo nos pusimos bien cómodos dispuestos a disfrutar de la nueva pieza capturada. Y no vean cómo disfrutamos.

La review que hay en One Armed Adolescente ya explica de manera clara lo que ofrece éste peliculón. La emoción y el héroe chapliniano propios de Chow (muy bien visto, David, me descubro ante usted) siguen en su sitio, pero aquí hay cine. Mucho cine. Y mucha sabiduria visual. Una imaginaria línea que desde Hong Kong nos lleva al cine del francés Jeunet. Es imposible obviar que el misero callejon en el que transcurre la película y sus habitantes, pobres pero felices hasta que llegan los malos, remiten a la deliciosa comunidad de vecinos de Delicatessen. La línea pasa incluso por nuestro país, por la imaginería visual de los Fesser antes de cruzar el Atlántico al encuentro de Sam Raimi (el guiño a Spiderman no es nada sutil: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”). Eso por no citar el omniprescente espíritu de los cartoons de la Warner (presente en todos los citados, de hecho).

Pero no sólo eso. Si Shaolin Soccer ya era bastante coral (me encanta este tipo de películas) aquí lo es totalmente, pese a que su director/protagonista es una estrella. Hace lo que Tom Cruise es incapaz: ceder el plano a los estupendos personajes secundarios. Si a Yuen Woo Ping, el maestro que coreografió la trilogía Matrix (y tantas otras), lo tienes en tu equipo, para qué coño necesitas duplicar al agente Johnson si puedes disponer de cien chinos vestidos de negro con sombreros de copa. La banda del hacha, qué gran banda (y qué gran leit-motiv musical les acompaña). Ahí está Gangs of New York de Scorcese y, de nuevo, esa primigenia delincuencia urbana organizada con poder visual para cautivar al espectador. Una estética como la de los 88 Maníacos tarantinianos (si, Yuen Woo Ping también estaba ahí). Y si Kitano proponía un musical en el epílogo de Zatoichi, Stephen Chow nos lo mete casi al principio, redondeando una de las primeras medias horas más cinematográficamente intensas desde... desde... Amancer de los muertos.



Treinta minutos y el cabrón de Stephen Chow ya te tiene boquiabierto en sus manos. Sanghai años treinta, las bandas controlan la ciudad y sólo los vecinos de un pequeño callejón les opondrán resistencia. Como el pueblecito de galos de Asterix, sólo que aquí, en vez de poción mágica está el kung-fú. Y yo seguiría hablando, babeando con la batalla nocturna con los músicos que utilizan un largo instrumento de cuerda para lanzar melódicos y mortales kamehamehás y con muchas otras cosas. Pero mejor me callo. Sólo espero que si pueden verla disfruten tanto tanto como yo. Denme denme un poco de kung-fu y déjense de hostias.

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