28.8.07

TIENEN USTEDES LA OPORTUNIDAD DE HACER LAS COSAS BIEN, Y NO MAL COMO YO.



Y luego no hagan como que no se lo han dicho antes. He estado leyendo el volumen 4 de Balas Perdidas de David Lapham (La Cúpula, 2006), que compila los números 23 a 30 del Stray Bullets original, todo material inédito que enlaza directamente con la interrumpida colección de grapa. Y es buenísimo y yo soy gilipollas. Soy muy gilipollas y subnormal profundo porque este cómic, que, insisto, es la rehostia de bueno, me cago en Dios, yo lo estoy leyendo fatal. Espaciado de años en años, sin relecturas, primero con una desasosegante lectura cuatrimestral, y ahora con estos ocho números en tomo cuando hacía al menos tres años que no me acercaba a ella. Por eso soy gilipollas.

Vale. Es cierto que esta maravilla negra y criminal, brutal y acojonante, se lee muy bien número a número porque cada uno de ellos, cómo se estructura cada capítulo, es una puta maravilla por sí mismo (y a la que abre este tomito pongo por ejemplo: a ver quien tiene los santos cojones de ponerle un solo pero, uno solo). Pero claro, es que luego todo junto forma un todo. Un Todo, cojones, un Todo de la Hostia; y ahora que me leo por primera vez ocho números seguidos me percato de que ese Todo es... es... "pongan aquí el superlativo más jodidamente entusiasta y se quedará corto". Y sí, yo soy gilipollas porque a estas alturas debería estar releyéndolo todo seguido, dejando cualquier otra cosa o actividad al margen. E inmediatamente después, plantarme en la puerta de La Cúpula con una katana (o una motosierra) pidiendo la inmediata publicación de los diez números que de momento restan inéditos. Y luego viajaría a los EEUU en busca de Lapham, lo agarraría de los cojones y le obligaría a acabar la historia de una puñetera vez. El problema es que me temo que Lapham frecuenta malas compañías. Muy malas. Me fintaría y patearía mi cuerpo refofo con virulencia, hasta darme muerte. Y yo me desangraría feliz, como un personaje de Balas Perdidas. Así que ya lo saben, no sean tan profundamente imbéciles como yo y lean este fantabuloso tebeo como se merece. Me cago en la Hostia.

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