30.7.07

BLOCKBUSTERIZACIÓN SIMPSÓNICA

Que uno, sin hacer ningún requiebro, pueda afirmar con tranquilidad que la película de Los Simpson está bien, basante bien, es un placer. Es ciertamente disfrutable y muy entretenida. No es una maravilla del humor salvaje como las de South Park o Beavis and Butthead (hijos bastardos) pero es que Los Simpson tampoco han pretendido nunca seguir ese camino.

La película está bien, bastante bien, porque es un episodio de hora y media de duración en el que no se percibe ese alargamiento. Una proeza, y más si tenemos en cuenta la longevidad de la serie. Imprime un magnífico ritmo simpsónico en su inicio (con ese grandioso mensaje de Homer a los espectadores) y cuando corre el riesgo de precipitarse por el lado sentimental (made in Brooks) se saca de la manga ese genial momento Disney en Alaska (que justifica el ya viejo recuerso de la crisis matrimonial, pero es que los Simpson son eso de la misma manera que en Misión Imposible se autodestrutye el mensaje). También tiene un acertado toque de espectacularidad veraniega y se consume con placentera livianidad.

Me agrada que no sea una película exclusivamente pensada para los fans de la serie. Eso exige un precio para el fan irredento, pero no me importa pagarlo. Obliga, por ejemplo, a que el protagonismo sea casi exclusivo de la familia. Es cierto que a estas alturas la soberbia galería de personajes secundarios es tan o más importante que la familia en sí, pero eso, para un espectador ajeno a la serie, sería sólo confusión. Para eso está la serie. Vale. Selma y Patty, por citar un caso flagrante, merecen más minutos, pero si nos ponemos así la película debería durar horas. Y no saben lo que agradezco al equipo de los Simpson que tuvieran tan claro que la película nunca debía superar los 90 minutos. Y miren que me sabe mal imaginar y no ver una película exclusivamente centrada en los habitantes de Springfield sumidos en el caos apocalíptico. Pero creo que eso es bueno. La película se sabe blockbuster familiar y es honesta en ese aspecto. La domesticación no es grave y el espectaculo ofrecido propio de estas fechas. Nada que objetar. Homer y compañía siguen ejerciendo de exitosos funambulistas mediáticos tras un par de décadas y eso es un mérito tremendo.

Al margen: me gusta ver a Homer decorando los centros de comida basura. Es una especie de venganza respecto a la domesticación propia de la sociedad borderline. Ya saben: el sistema se lo come todo, desactivando el poder subersivo de las cultura pop. Pero no sé, ver a Homer ahí, en el McMenú, me da la sensación de que es todo lo contrario. Es como un círculo que se cierra en forma de rosquilla.

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