3.6.05

B-ART : BOTÁNICA INQUIETANTE



Hace ya algunos meses que el amigo y suministrador de links señor C. Rancio me pasó un curioso enlace. Lo archivé pensando en un uso futuro pero aquellas imágenes siguieron vivas en mi memoria. De vez en cuando la abstracción ausente que a menudo me domina acaba su vagar con extrañas plantas sobrevolando paisajes de principios del siglo XVIII.

El link en cuestión del que he sacado las ilustraciones que acompañan este texto es éste, nos lleva a un lugar tan peregrino para el pajero subcultural como un conjunto de galerias naturalistas de botánica añeja. A menudo hablo aquí de surrealismo casual y otras zarandajas. Esto es diferente. El paso de los siglos convierten estas imágenes de ánimo científico en algo extraño, evocador y con un punto malsano. Al menos para mí.



Sí, lo sé. No son más que grabados de la época destinados a reproducir especies botánicas y el hábitat en el que presumiblemente se localizan. A eso se dedicaban ilustradores ignotos (Dehne, F.P. Lindner, L. Glotch ) editados por Johann Christoph Volckamer (1662-1744), que era quien debía homogeneizar los criterios científicos y estéticos para la catalogación de semillas, frutas (con esecial querencia para con los limones) y hortalizas. Pero contemplen detenidamente las imágenes y sumérjanse en ellas.



¿Qué ven?

Extraños vegetales sobrevolando asépticos paisajes.
Plantas y helechos gigantescos.
Flores copando la atmósfera.

Se intenta reproducir la naturaleza pero el resultado no puede ser más antinatural. La conjunción de elementos racionales produce una imagen irreal. La representación de las hortalizas es un ideal. No existen con tal pulcritud modélica. La perfección de la naturaleza está en la imperfección de sus especies. Y no olvidemos que la vida vegetal, con sus vainas, sus semillas, sus estambres y sus bulbas tienen una evidente evocación sexual. Pero sin orgasmos. Y luego están los paisajes por encima de los cuales flotan las extrañas especies representadas. Paisajes rurales o urbanos también ideales y, por tanto, irreales. La aséptica nitidez de los cultivos y las ciudades ajenas al bullicio humano. El siglo XVII no era limpio, de eso estoy seguro. Ningún siglo es limpio. Y para acabar de redondear las fantasmales y extrañas imágenes se produce una confrontación de perspectivas al unir la del paisaje con la frontal de la especie frutal o floral. El resultado de toda esta amalgama visual es raro. Muy raro.

Hasta aquí una explicación racional del porque nos parecen sobrenaturales e inquietantes estos enciclopédicos dibujos naturalistas. Pero también cabe la posibilidad que los ilustradores enviados por Volckamer a recorrer y capturar con sus lápices los prados y campos de Nuremberg fueran testigos de otra cosa. De una silenciosa invasión de esporas, de vainas del espacio exterior, de ultracuerpos ladrones. Quizá el pasado sí fue pulcro, las vainas invasoras cumplieron su función y la revolución industrial acabó por liquidar un pasado del que sólo quedan vestigios en extraños grabados: la botánica inquietante.

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